lunes, 15 de agosto de 2016

"Languages of Community", de Hillel Kieval.

La comunidad judía de Bohemia probablemente ya estaba instalada en el siglo XI, y desde entonces formó parte constitutiva de la región centroeuropea, con fuerte acento en la ciudad de Praga. Como en el resto del Viejo Continente, su existencia estaba estrechamente ligada a la voluntad del monarca, que permitía su desarrollo o la cercenaba hasta llegar a la expulsión. El tiempo de mayor expansión de esta comunidad se vivió con los emperadores Maximiliano II y Rodolfo II, en particular con el segundo, que abrió las puertas a la investigación científica, alquímica y esotérica. 
El gran momento para los judíos de Praga llegó con el aire renovado de la Haskalá, el iluminismo judío de Moses Mendelssohn que venía desde la septentrional Prusia. Asimismo, el emperador José II procuró que los judíos pudieran acceder a la instrucción para "ser útiles" a su reino, por lo que comenzaron a entrar en las aulas primarias y secundarias. Los resultados, no obstante, no fueron inmediatos; pero la contracción tradicional de los judíos al estudio sistemático, al pensamiento abstracto y al conocimiento de idiomas, letras y cálculo, fueron las herramientas que llevaron a esta comunidad a desplegarse con una energía que superó a la de los cristianos del entorno. Este desenvolvimiento prodigioso se produjo cuando comenzaron a nacer las conciencias nacionales de alemanes y checos, sentimiento que cobró vigor con el romanticismo y la búsqueda de raíces identitarias en el pasado -preferentemente remoto-, en las costumbres y el folklore. Tanto lo alemán como lo checo, se definían a partir de una familia lingüística que enhebraba historia, cultura, tradiciones, parentesco. Los judíos en Bohemia y Moravia, ergo, se hallaban entre dos fuerzas en pugna: por un lado, la cultura alemana era también el vehículo de acceso al conocimiento científico y filosófico, el mundo de los negocios y trascendía las fronteras estrictas del imperio austríaco. Por el otro, la lengua cotidiana, para la mayoría de los judíos, era el checo que, a su vez, era cultivado en grado creciente en Bohemia y Moravia. No obstante, sectores de la intelectualidad checa se negaban a asimilar a los judíos a su nacionalidad, negando la posibilidad de una alianza entre ambos para lograr mayores grados de autonomía dentro del imperio danubiano. La violenta manifestación antijudía de 1841 en Praga puso en evidencia la dificultad de la asimilación, ya que se veía a la comunidad judía fuertemente asimilada a lo germánico. 
Capítulo ilustrativo de esta situación es el que dedica a la figura legendaria del Golem. El homúnculo era un personaje habitual en los relatos jasídicos en Polonia, no en Bohemia. De algún modo desconocido se incorporó en Praga, y la narrativa fue variando con los años. La paradoja es que el rabino Löw vivió en los tiempos del emperador Rodolfo II, una época en la que la comunidad judía no tuvo nada que temer y se desarrolló con plenitud. Los relatos del Golem como protector de los judíos praguenses, señala el autor, son de fines del siglo XIX, cuando el antisemitismo moderno estaba cobrando fuerza en toda Europa.
La acusación y el juicio a Leopold Hilsner por un supuesto ritual de sangre, despertaron la ira antijudía en Bohemia. La voz valiente y prácticamente solitaria de Tomaš G. Masaryk, del grupo realista, se alzó contra el antisemitismo y la barbarie. Cuando Masaryk alcanzó la primera magistratura de la naciente República Checoslovaca, no fue partidario de las políticas de asimilación, sino que tuvo un diálogo frecuente y simpatía por el sionismo. En la constitución de entreguerras se reconoció su derecho como minoría nacional y se permitió que los judíos se presentaran como tales en el censo general. El presidente Masaryk, en tanto representante del humanismo europeo y la Ilustración, fue respetuoso con la comunidad judía checoslovaca. 
Los objetivos de la política nazi llevaron a la invasión a Checoslovaquia en 1939 y a la deportación masiva de los judíos a los campos de exterminio, borrando así a esta comunidad del centro europeo. Pocos sobrevivientes se sumaron al Partido Comunista, siendo también perseguidos en las purgas de los años cincuenta; otros, más afortunados, emigraron al Estado de Israel. Fue así como desapareció uno de los sectores constitutivos de la historia, las artes y las ciencias de Bohemia y Moravia.

Hillel Kieval, Languages of Community: The Jewish Experience in the Czech Lands. Berkeley, University of California Press, 2000.