jueves, 26 de diciembre de 2013

"The Christian Rejection of Animal Sacrifice", de Daniel Ullucci.

Durante ocho mil años, en el mundo mediterráneo se practicaron los sacrificios de animales hasta que, en los primeros siglos del cristianismo comenzó a abandonarse. Daniel Ullucci explora en este libro las diferentes posturas de cristianos, filósofos paganos y judíos en torno al sacrificio animal, buscando las claves de ese cambio.
Con rigor y precisión, primero señala que el sacrificio de animales era el modo de honrar y ganarse el favor de los dioses en la antigüedad, así como dejaba claras las jerarquías sociales. El sacrificio se realizaba frente al templo y posteriormente se realizaba un banquete en el que participaba toda la comunidad.
De allí que, cuando los cristianos no fueron parte de estas celebraciones, no sólo se identificaban frente a la comunidad, sino que eran percibidos como elementos peligrosos que desequilibraban el orden cósmico.
Ullucci señala que hubo autores críticos hacia las formas del sacrificio antes del cristianismo, y repasa a Platón, los estoicos y epicúreos. No obstante, acierta en señalar que sus observaciones eran sobre cómo se realizaban o su utilidad, pero no cuestionaban la práctica en sí misma, a diferencia de los pitagóricos y órficos, que eran vegetarianos. Lo mismo precisa en el judaísmo, con ejemplos como Filón de Alejandría o la comunidad de Qumran: criticaban cómo o quién lo hacía, pero no el sacrificio de animales en el templo de Jerusalem.
En los primeros siglos del cristianismo, la postura no fue clara. San Pablo se opuso a que los cristianos participaran en los sacrificios celebrados a dioses inexistentes, una postura que fue acompañada por padres de la Iglesia como Justino e Ireneo de Lyon. Es probable que los primeros cristianos sí participaran de los sacrificios celebrados en el templo de Jerusalem, destruido en el año 70.
El desarrollo teológico cristiano de los siglos posteriores asimiló la muerte de Jesús -y la de los mártires- con el sacrificio, pero esto distaba de ser la concepción que imperaba en la antigüedad. 
A mi juicio, el autor plantea el problema pero no ha logrado responder a la pregunta de porqué los cristianos no hicieron sacrificios de animales, ya que esto no respetaba la tradición del Antiguo Testamento. Ullucci propone una causa histórica: la destrucción del templo de Jerusalem, por lo que no habría una razón religiosa sino un evento humano el que llevó a abandonar esa práctica cruel. 
El último capítulo lo dedica al emperador Juliano II, "el Apóstata", que intentó en vano revivir la religión pagana con criterios muy estrictos. A pesar de sus esfuerzos, no lo logró: el cristianismo había logrado cambiar sustancialmente las costumbres y nadie concurrió a la celebración de sacrificios que intentó en Antioquía. 
Creo que la obra de Ullucci es valiosa, meritoria, pero que hay eslabones que no ha logrado encontrar, o que ya no están disponibles. Deja interrogantes al lector, que son semillas para provocar nuevas lecturas e investigaciones.

Daniel Ullucci, The Christian Rejection of Animal Sacrifice. New York, Oxford University Press, 2012.

domingo, 22 de diciembre de 2013

"Magic in the Roman World: Pagans, Jews, and Christians", de Naomi Janowitz.

El afán por controlar fuerzas sobrenaturales a través de conjuros y ritos es rastreado en las tres religiones del mundo romano durante los tres primeros siglos de nuestra era. La palabra "magia" deriva de los magi, los sacerdotes persas, y de allí se introdujo en nuestro vocabulario. Si bien la connotación era negativa, por tratarse de un enemigo de griegos y romanos, se presumía que los magos persas tenían el conocimiento esotérico para controlar esas fuerzas.
Cristianos, judíos y sacerdotes de la religión clásica grecorromana se acusaban mutuamente de practicar la magia, no porque esta fuera un fraude, sino porque consideraban que era una manipulación de fuerzas demoníacas.
Daimon era el término para referirse a criaturas sobrenaturales que podían actuar a favor o en contra, y a quienes se les aplacaba o se ganaba su apoyo a través de rituales muy precisos. Será el cristianismo el que identifique a los daimones como demonios al servicio de Satán. 
Naomi Janowitz nos señala distintos tipos de magia: los conjuros de sanación, las fórmulas para lograr el amor, e incluso los rituales para alcanzar la deificación. Remarca que judíos y cristianos de estos primeros siglos buscaban -aunque hoy nos parezca extraño en la cosmovisión monoteísta- su conversión en dioses a través de elaborados rituales.
El desarrollo de la alquimia, entonces llamada "arte sagrado", era un conocimiento esotérico que despertaba los recelos de sacerdotes y rabinos, pero que escapaba a sus posibilidades de comprensión. Pone de relieve a la figura de María la Judía, también conocida como María de Alejandría, una notable mujer alquimista de la que se ignora cuándo vivió, aunque se presume que fue en Alejandría y se le atribuye la creación de un procedimiento llamado balneum Mariae: el baño María. La autora señala que muchas prácticas que entonces eran rechazadas por estas religiones, en realidad eran la preservación de conocimientos y rituales anteriores, y nos presenta varios fragmentos bíblicos en apoyo de su conjetura.
El libro es interesante porque nos presenta al mundo antiguo desde una perspectiva que enriquece nuestra visión de aquellos tiempos; el intento de aproximación a lo oculto, lo vedado, a la búsqueda de códigos y prácticas que permitan sobrellevar el sufrimiento y, aún más, alcanzar la inmortalidad.

Naomi Janowitz, Magic in the Roman World: Pagans, Jews and Christians. London, Routledge, 2001.

viernes, 13 de diciembre de 2013

"El lobo estepario", de Hermann Hesse.

Cada línea, párrafo y página de esta obra de Hermann Hesse debe ser leída con detenimiento, sin premura. El autor hilvana en un espeso entramado un fragmento de la vida de Harry Haller, el "lobo estepario", cuando el protagonista descubre una nueva dimensión de su personalidad. 
En la atmósfera tensa y a la vez festiva del período de entreguerras en Alemania, entre la sensación de inevitabilidad de una nueva conflagración y el ritmo del fox trot, el humanista Harry Haller se debate entre las cumbres del arte de Mozart y Goethe y la necesidad del lobo que ansía sangre. Hombre y lobo, ambas criaturas gregarias, no pueden vivir aisladas del entorno. Y Harry Haller conoce a algunos personajes que suponía -o quería suponer- superficiales y disolutos, pero que luego lo sorprenderán en la profundidad de la búsqueda de la esencia humana. 
Como el resto de la obra de Hesse, este libro es de exploración en las honduras de la existencia, un sabor iniciático sin rituales, en donde lo onírico atraviesa lo cotidiano.

Hermann Hesse, El lobo estepario. Madrid, Alianza.