domingo, 26 de diciembre de 2010

"Kafka en la orilla", de Haruki Murakami.

Kafka en la orilla tiene como protagonista al quinceañero Kafka Tamura, quien huye del hogar paterno hacia el sur de Japón, con rumbo desconocido. O así lo cree él… En su periplo, su destino se haya entrelazado con la misteriosa y amable señora Saeki, directora de una singular biblioteca privada, y con el señor Kanata, quien en su infancia tuvo un episodio inexplicable que le borró la capacidad de leer, pero que no obstante tiene la extraña –y envidiable- facultad de hablar con los gatos… Haruki Murakami hilvana magistralmente las existencias de estos personajes en un mundo fantástico que se superpone con el cotidiano, con momentos de tensión filosófica e ironía.
Murakami es un autor que se interroga sobre la existencia humana, pero no por ello hace discursos farragosos y tediosos, sino que recurre al sentido del humor -tan escaso-, la imaginación y la paradoja.

Murakami, Haruki, Kafka en la orilla. Buenos Aires, Tusquets, 2010. ISBN 978-987-1544-18-9

sábado, 25 de diciembre de 2010

"La sinagoga de los iconoclastas", de Rodolfo Wilcock.

La sinagoga de los iconoclastas es un libro de Rodolfo Wilcock de 1972. Son treinta y seis personajes retratados con humor inteligente, fino y culto, que provocan la risa del lector en varias ocasiones. A mi criterio, los más logrados son: el filipino José Valdés y Prom, que con sus dotes telepáticas logró frustrar un congreso de ciencias metafísicas; Aaron Rosenblum, que quería lograr la felicidad humana eliminando todas las invenciones, costumbres y conocimientos posteriores a la época isabelina; Aram Kugiungian, cuya alma estaba multiplicada en miles de personas, muchas de ellas célebres como Elizabeth Taylor, Coco Chanel y Chang Kai Shek; Absalon Amet, inventor y fabricante del “filósofo mecánico universal”; Carlo Olgiati, el fabricante de galletas que desarrolló la teoría del “metabolismo histórico”; A. de Paniagua, que sostenía que los franceses eran de origen negro; Llorenç Riber, el dramaturgo que siempre incluía alguna referencia a los conejos en sus obras…
¿Quién no se ha topado, alguna vez, con un personaje así en la vida?
En suma, un libro extraordinario.

J. Rodolfo Wilcock, La sinagoga de los iconoclastas. Barcelona, Anagrama, 2010 (tercera edición). ISBN 978-84-339-3009-5

miércoles, 15 de diciembre de 2010

"El rumor del oleaje", de Yukio Mishima.

A veces, uno escribe sobre cómo quisiera que fuera este mundo. Creo que esto fue lo que hizo Yukio Mishima en El rumor del oleaje, en el que describe el amor de dos jóvenes, Sinchi y Hatsue, en una isla de pescadores llamada Utajima. Una ínsula en la que reina la austeridad, se vive del trabajo duro, se está alejado de la modernidad de las grandes ciudades y en la que, pese a los falsos rumores propalados, vence el sentido del honor y el bien. El acomodaticio y holgazán es puesto en evidencia, a pesar de sus parentescos.
Mishima nos relata cómo el amor puro y sincero de estos dos adolescentes se impone sobre las convenciones sociales y predomina la fortaleza de carácter. La novela se desenvuelve sin tensión, aun cuando hay momentos dramáticos para los protagonistas.
La trama se entreteje con la descripción de la naturaleza, una simbiosis propia de la cultura japonesa y que al occidental puede asombrar.
La recomiendo para quien quiera adentrarse sin sobresaltos en la literatura de Mishima, un personaje tan peculiar y controvertido en la literatura japonesa del siglo XX.

Yukio Mishima, El rumor del oleaje. Madrid, Alianza.

jueves, 9 de diciembre de 2010

"Breve historia del sionismo", de Joan B. Culla

Joan Baptiste Culla es un catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona que ha escrito la Breve historia del sionismo, un tema tan polémico y vapuleado por los panfletistas vocingleros que poco y nada se adentran en los vericuetos de la historia. Este es un libro de historia, escrito por un académico y con rigor documental, que comienza a esbozar el proto sionismo del siglo XIX, pasando por la figura emblemática de Theodor Herzl y su Organización Sionista, arribando finalmente a la difícil etapa de los judíos palestinos que levantaron el Estado de Israel en 1948.
En este libro –claro y sumamente didáctico- el autor describe los distintos momentos que recorrió el sionismo hasta lograr su objetivo final, que era la creación de un Estado nacional para los judíos, víctimas de los pogromos en la Rusia zarista, así como del creciente antijudaísmo en la Europa occidental, del cual el affaire Dreyfus fue la señal más notoria. En este sentido, el sionismo se inscribe en las corrientes europeas decimonónicas, que anhelaban el resurgimiento de unidades nacionales en base a la identidad cultural, lingüística y un pasado histórico común.
Ahora bien, la entidad geográfica conocida como Palestina formaba parte del Imperio Otomano, una estructura multinacional centrada en el Sultán de Estambul. Este imperio languidecía lentamente y varios de sus componentes fueron logrando la emancipación a lo largo del siglo XIX: Grecia, Bulgaria, Serbia, Montenegro y Rumania, así como otros fueron ocupados por las potencias coloniales europeas, particularmente Gran Bretaña y Francia, también codiciadas por Austria-Hungría (que estableció su protectorado en Bosnia-Herzegovina) y el Imperio Ruso, deseoso que conquistar Constantinopla. Los británicos sintieron simpatía por la causa sionista y ofrecieron a la Organización Sionista un sitio provisional en África oriental, lo que fue descartado.
El gran cambio se dio durante la primera guerra mundial, en el que los sionistas buscaron la simpatía británica –fruto de la cual nació la Declaración Balfour- y de la alemana. Y es que los judíos europeos y americanos sentían fidelidad genuina por los países en los que habían nacido y eran ciudadanos, por lo que combatieron lealmente tanto por Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia y la Alemania imperial.
¿Qué era Palestina, dónde se hallaban sus límites? ¿Formaba parte de las promesas británicas a Hussein para erigir un reino árabe independiente? Nada estaba claro tras la derrota otomana en la guerra. Los árabes palestinos se negaron permanentemente a aceptar la llegada de nuevos residentes judíos, en tanto que muchos de los recién llegados no se habituaban al rigor del clima y la pobreza del lugar, por lo que luego viajaban a horizontes más prósperos. El liderazgo del movimiento sionista se fue desplazando, cada vez más, hacia Palestina bajo la figura de David Ben Gurión. El sionismo, pues, se entretejió con el socialismo en la etapa de entreguerras, aun cuando no era aceptado por los inmigrantes procedentes de Alemania y Europa central. El ascenso de Hitler a la cancillería alemana en 1933 puso en aprietos al sionismo: por un lado, reclamaban la independencia y la salida de los británicos de suelo palestino, pero, por el otro, el Reino Unido era un bastión democrático frente a la amenaza nazi. Los británicos, por su lado, debían mantener una política de extrema cautela hacia el mundo árabe y musulmán, ya que no querían que se volcara hacia la Alemania nazi. Los sucesivos gobiernos del Reino Unido se hallaron en una situación extremadamente compleja en la India, en donde tanto hindúes como musulmanes reclamaban mayores cuotas de independencia, a la par que sentían simpatía por los judíos en Palestina.
Joan Culla explica claramente las divisiones dentro del sionismo durante los años de la segunda guerra mundial, así como la formación de milicias de los judíos palestinos contra la ocupación británica: desde aquellos que contribuyeron en los ejércitos aliados contra los alemanes, hasta los que buscaron una alianza disparatada con Hitler, como fue el caso de Abraham Stern… Joan Culla no vacila en calificar como terroristas los atentados del Irgun o el Lehi, de los cuales el más tristemente famoso fue el perpetrado en el hotel King David, con 79 muertos.
Asimismo, Joan Culla señala una y otra vez los errores cometidos por la dirigencia árabe palestina durante y después de la segunda guerra mundial. Es bien conocido que el muftí Haj Amin Al-Husseini simpatizó, colaboró y hasta estuvo exiliado por la Alemania nazi, y luego se instaló en Egipto, desde donde puso obstáculos a toda partición del territorio palestino. Fue la tozudez de los árabes palestinos, que querían el 100% de la región, la que impidió las negociaciones. El autor repasa con precisión las divisiones irreconciliables dentro del campo árabe palestino, así como su falta de preparación política y cultural. Y es que la dirigencia árabe seguía pensando en términos de clanes, en tanto los judíos tenían una formación calificada de neto origen occidental. También contribuyeron al fracaso árabe las ambiciones de cada uno de los países que rodeaban al futuro Estado de Israel. Creo que en el libro se explica con justeza cómo se produjo la emigración de árabes palestinos, en parte ocasionada por el avance israelí sobre los poblados, y en mayor grado por instigación de la propia dirigencia árabe.
El libro concluye con el éxito de los israelíes en su guerra de Independencia. Resalta la activa colaboración de la Unión Soviética y Checoslovaquia –con apoyo diplomático y armas-, el respaldo del presidente Harry Truman –a pesar de la tendencia pro árabe de las Fuerzas Armadas y del Departamento de Estado- y de la negativa británica en su retirada, tan opuesta a la simpatía que inicialmente le tuvieron los gobiernos antes de la conflagración mundial.
En el epílogo, Culla llama al post-sionismo como una superación de la ideología inicial, lo que se logrará cuando pueda haber convivencia en el Medio Oriente y con la creación de un estado árabe palestino en el que rija la democracia, el pluralismo y la libertad. Considera –y comparto- que el rechazo del sionismo significa repudiar la idea fundacional que dio origen al Estado de Israel, con lo que se busca deslegitimar el derecho a la existencia de esta nación que merece seguir prosperando en un ambiente de amistad y cooperación con el mundo árabe.

Joan B. Culla, Breve historia del sionismo. Madrid, Alianza, 2009 (2da. edición). ISBN 978-84-206-8258-7